Nada supe brindarle a las estrellas,
nada más que mis máscaras de barro,
un gemido de amor y de desgarro
que se pierde en el mar sin dejar huellas.
Nada soy, más que un trozo de universo,
un instante en los siglos de los hombres,
una rosa final, uno y mil nombres
que mendigan las sílabas de un verso.
Es mi frágil destino, y sin embargo,
mis labios han mordido el fruto amargo
de saberme mujer en tu reflejo...
De mi cuerpo de luz brota la Idea:
ser, en la breve noche quien posea
los rostros del amor sobre tu espejo.
MARIANA FINOCHIETTO.
La perfección en fondo y forma...¡Bello!
ResponderEliminarBello de toda belleza!
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