Hay una palabra que ignoro y me nombra, amordazada por siglos de conciencia: la expresión plural de mi singularidad. Hay una palabra violenta en mi sangre, rugiendo en silencios, y no la sé nombrar. Mariana Finochietto.
jueves, 31 de julio de 2014
Cuando el agua llega,
cuando el agua arrasa,
se lleva
los muebles,
los brotes,
las ganas.
Cuando el agua crece
cuando se desmadra,
y pierde los cauces
vence, derrotada.
Mártir y verdugo
de ser sólo agua.
Cuando el agua cede,
cuando el agua pasa
y vuelven los pájaros
a buscar la rama,
del árbol y el nido
ya no queda nada.
MARIANA FINOCHIETTO.
El tiempo,
ese amante voraz,
desgarra
con crueldad exquisita
la sencilla fragilidad
de los momentos.
La risa de los hijos,
los gestos
que el amor abandona en los objetos,
jirones de uno
ése
que fuimos
y al que ya no tenemos regreso.
Pero un día,
una tarde cualquiera de milagros
nos refleja,
de pronto,
en los espejos.
MARIANA FINOCHIETTO.
Amé
a unos cuantos hombres
que me amaron
con breve terquedad.
Parí hijos.
Los quise
con instinto de fiera.
De pequeñas muertes
hice vida,
fui triste algunas veces,
otras,
feliz por vocación
o por inercia.
Entregada al destino
me atrapó la madurez
en pleno vuelo.
Ahora
no encuentro
las líneas
de la palma de mis manos.
MARIANA FINOCHIETTO.
Ya no quiero
escribir sobre el amor
ni sus sórdidos
espejitos de colores,
deslumbrantes baratijas
de algún genio maligno
Ya no quiero
escribir del desamor,
ni de la loba herida
que desgarra mi carne
cada noche
que el insomnio
me derrota,
Me bebí de un trago
las grandes palabras
y ahora
sólo quiero
sentarme a la orilla de un verso
que me sane.
MARIANA FINOCHIETTO.
Qué duro
reconocerse
en estos huesos,
qué duro no ser sostén:
la firme columna
que contenga, imperturbable,
el peso de los siglos,
el embate de los vientos.
Qué duro mirar
estas manos
y que apenas basten
y apenas sean
caricia que espera.
Qué duro
no ser generosa y nutricia;
el árbol femenino de la dádiva.
Ser apenas la rama
que agotada de invierno
aún sueña florecer.
MARIANA FINOCHIETTO.
miércoles, 23 de julio de 2014
Maldita
sea entre todas las mujeres,
maldito mi destino
y los demonios
que vendrán a buscarme.
A escondidas del ángel
desnuda de razones
perdida en mi rincón del paraíso
susurro tu nombre
devoro tu nombre.
¿En qué infierno arderá
mi corazón
culpable
del pecado tan poco original
de desear al hombre de mi prójima?
MARIANA FINOCHIETTO.
La calmada tensión
de tu mano en el lápiz
traza
mundos.
Absorta
no ves la luz
nacer desde tu hoja,
el monte trepando por la mesa,
los pájaros
en vuelo
por la casa.
Me mirás
y el tiempo se detiene.
Huyen
los pájaros,
los montes,
el mundo se hace plano.
Con un breve gesto
de diosa de domingo
fundás
un día de paz
sobre mi tierra.
MARIANA FINOCHIETTO.
Imagen de Christian Schloe.
domingo, 20 de julio de 2014
La mujer que me mira en los espejos
poco sabe de mí. Todo lo ignora.
Es una niña triste que demora
el sonido del viento en ecos viejos.
Sombras de un ser que fui, vagos reflejos
vencidos por el peso del ahora:
fantasma de una sed devastadora
que habita en mi interior, lejos, tan lejos…
¿Qué será de mi amor si regresara?
¿Qué será de mi vida si quebrara
con sus manos de adiós lo que he vivido?
Porque poco importa lo que nombre,
porque vive sin dios, sin fe, sin hombre.
Ella es toda mujer para el olvido.
MARIANA FINOCHIETTO,
A veces,
sobre todo en las mañanas
ella canta.
Y su voz
es un murmullo
que rebota
contra las paredes de la casa,
se pierde entre la ropa de los hijos,
en la cama tendida,
enorme, inmaculada.
Canta
bajito, quedamente
para
no despertar a los fantasmas.
A veces
sobre todo en las mañanas
desde la ventana
mira el cielo.
Y no sabe
si esta herida en el pecho
es angustia
o son alas.
MARIANA FINOCHIETTO.
miércoles, 16 de julio de 2014
lunes, 14 de julio de 2014
El mundo
afuera de mis ojos
se ha vuelto niebla,
una nube difusa
de tres o cuatro realidades,
sutiles y certeras
como redes en la sombra.
Me recojo en la luz
que habita dentro,
y comprendo
el sonido a torrente
de mi sangre en las venas,
el latido minucioso y esforzado
del corazón que me alimenta,
el instante fugaz
en que el aire
se hace necesario.
Sitiada
por la breve ceguera
soy sentido vivo,
transparente.
MARIANA FINOCHIETTO.
martes, 8 de julio de 2014
Como llueven otras lluvias,
con la misma terca quietud
de los domingos,
llueve
y el día se aletarga,
como si las horas se cansaran
de mirar llover
y se durmieran.
Enredada en ovillo
al calor del fuego,
escucho a mi hija cantar
alumbrando el aire.
El gris
es apenas
una fotografía en la ventana.
MARIANA FINOCHIETTO.
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