jueves, 31 de julio de 2014



Qué duro 
reconocerse
en estos huesos,
qué duro no ser sostén:
la firme columna
que contenga, imperturbable,
el peso de los siglos,
el embate de los vientos.
Qué duro mirar
estas manos
y que apenas basten
y apenas sean
caricia que espera.
Qué duro
no ser generosa y nutricia;
el árbol femenino de la dádiva.
Ser apenas la rama
que agotada de invierno
aún sueña florecer.

MARIANA FINOCHIETTO.


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